SER DISCÍPULO HOY, UN VERDADERO RETO
“<Maestro, ¿Dónde vives? >, ¿Dónde te encontramos de manera adecuada para <abrir un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad?> ¿Cuáles son los lugares, las personas, los dones que nos hablan de ti, nos ponen en comunión contigo y nos permiten ser discípulos y misioneros tuyos?”[1].
En pleno siglo XXI nos vemos inmersos en un mundo donde se hace mas difícil la tarea de mostrar a Jesús a todas las personas, donde se hace mas pedregoso el camino para llegar a él, para conocerlo, para amarle y para servirle, para estar con él. Y es aquí donde nos preguntamos ¿Por qué?, ¿Por qué se hace mas difícil, sabiendo que todo esta a nuestro alcance, que todo lo tenemos sin esfuerzo alguno? Por esa misma razón, por que el seguimiento de Jesús no es un seguimiento cualquiera, por que él nos exige ser diferentes a los demás, y una diferencia no en ser extraños ante la sociedad sino en tomar actitudes coherentes al estilo de vida que él nos enseña. Todos vivimos de una manera tan equivocada, buscamos a Jesús de una manera tan errónea y lo peor es que aún no nos hemos dado cuenta de esta situación, en la que nos vemos sumergidos en una brecha tan grande, nos vemos sumergidos en una cultura, en una sociedad que lo único que hace es consumir, derrochar, explotar a los más indefensos, comercializar, una sociedad donde sólo importa el tener dinero, el progreso tecnológico más que el humano, una sociedad hedonista, injusta, que vive en la rutina, una sociedad conforme con el sufrimiento del débil, donde la única preocupación es el YO más que el TÚ…en palabras de aparecida, “estamos en una época donde suele suceder que defendemos demasiado nuestros espacios de privacidad y disfrute, y nos dejamos contagiar fácilmente por el consumismo individualista”[2].
Y entonces, ¿Cuál es la tarea del discípulo ante esta grave situación? ¿Cuál es el nuevo compromiso que debemos adquirir? ¿Qué nuevos métodos debemos implementar para la evangelización de nuestros pueblos para que tengan vida en Jesucristo? ¿A qué personas son a las que debemos buscar para mostrarles un mejor estilo de vida? ¿Cómo hacer para que todos acepten el mensaje, sin contradicciones, ni complicaciones y sacándolos de la sociedad del consumo y de la cultura hedonista? ¿Cómo mostrar a ese Jesús vivo y resucitado a cada cristiano y a cada hermano que no cree en él? ¿Cómo iniciar un camino de conversión en un mundo como el de hoy? ¿Cómo mostrar a Jesús con nuestras obras y con nuestras actitudes en un mundo que nos señala por lo que hacemos y por lo que no hacemos para bienestar de ellos mismos? ¿Qué hacer? ¿Cómo enfrentar esta situación?
a) “El Encuentro con Jesucristo: Quienes serán sus discípulos ya lo buscan (cf. Jn 1,38), pero es el Señor quien los llama: “Sígueme”. Se ha de descubrir el sentido más hondo de la búsqueda, y se ha de propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Este encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del Kerigma y la acción misionera de la comunidad. El Kerigma no sólo es una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez del discípulo de Jesucristo. Sin el Kerigma, los demás aspectos de este proceso están condenados a la esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos al Señor. Sólo desde el Kerigma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera.
b) La conversión: Es la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por la acción del Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras de Él, cambiando su forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, consciente de morir al pecado es alcanzar la vida. En el Bautismo y en el sacramento de la Reconciliación, se actualiza para nosotros la redención de Cristo.
c) El Discipulado: La persona madura constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús Maestro, profundiza en el misterio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina. Para este paso, es de fundamental importancia la catequesis permanente y la vida sacramental, que fortalecen la conversión inicial y permiten que los discípulos misioneros puedan preservar en la vida cristiana y en la misión en medio del mundo que los desafía.
d) La Comunión: No puede haber vida cristiana sino en comunidad: en las familias, las parroquias, las comunidades de vida consagrada, las comunidades de base, otras pequeñas comunidades y movimientos. Como los primeros cristianos, que se reunían en comunidad, el discípulo participa en la vida de la Iglesia y en el encuentro con los hermanos, viviendo el amor de Cristo en la vida fraterna solidaria. También es acompañado y estimulado por la comunidad y sus pastores para madurar en la vida del Espíritu.
e) La Misión: El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios. La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la formación, aunque se realice de diversas maneras de acuerdo a la propia vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se encuentre la persona”[4].
Y a lo largo de este proceso formativo debe integrar armónicamente diversas dimensiones, que son: “La Dimensión Humana y Comunitaria, la Dimensión Espiritual, la Dimensión Intelectual y la Dimensión Pastoral y Misionera”[5].
Si el discípulo pone en común todos estos aspectos, se puede decir que se encuentra preparado para ir a las comunidades de personas que siguen buscando respuesta a los diferentes interrogantes que se plantean acerca de la religión, del cristianismo, de lo que dice la Biblia, de la vida en la Iglesia, de los mandatos que tiene la Iglesia; al recibir la formación con compromiso ya puede salir a dar respuesta a estas cuestiones no sólo “a las partes más pobres y desamparadas del mundo donde sólo encontramos ignorantes”[6] sino también a las grandes ciudades que se ven sumergidos en el avance tecnológico y en el afán de sus vidas, asumiendo la tarea de mostrar a la iglesia con fundamentos lógicos, cristianos, morales, filosóficos y teológicos, puesto que ya las personas no creen en “los cuentos chichipatos de cura cascarrabias como: de que si no va a misa se va al infierno, si no se confiesa se le pudre la mente, que tiene que echar plata a la ponchera para el sostenimiento del culto (o para que el cura llene el bolsillo), que tienen que pagar para hacerles la misa en su casa, que si dan una ofrenda por los sacerdotes se les aparece la virgen y muchos otros”[7]. Y, ¿Por qué ya no creen en las enseñanzas de los discípulos? Porque han preferido contentarse con tener una vida llena de placer y felicidad instantánea sin percatarse de que les puede afectar esto en el futuro, en la vida eterna; necesitan urgentemente que les demos razones de nuestra Fe, por que se ven oprimidos y acosados por una serie de sectas que les dicen una y otra cosa y como no tienen la suficiente capacidad de enfrentarlas se entregan a ellas pensando que allí pueden resolver sus problemas, pues se sienten desprotegidos por una Iglesia, por la Iglesia de Jesús en la cual se encuentra una masa de personas que asisten a las diferentes ceremonias litúrgicas y a los sacramentos como el mayor espectáculo, que la Iglesia les puede ofrecer, como la mejor obra de teatro a la que pueden asistir, viviendo como simples espectadores y no como verdaderos cristianos pertenecientes a la misma familia de Dios, partícipes de la misma salvación y redención. Por eso es necesario que el discípulo tome las riendas del anuncio y permita hacer sentir a las personas que no están tras un Jesús que paso a la historia, sino que ha resucitado y que ahora se hace presente en el hoy y el ahora de sus vidas, que camina a su lado todos los días llamando y esperando a que le oigan para ofrecerles una vida que traerá consigo un camino de sufrimiento en este mundo pero a la vez la gran satisfacción de la vida nueva y eterna al final de los tiempos.
El discípulo no debe sentir temor al enfrentarse a ser testigo del Señor delante del mundo entero, ni debe atemorizarse de no ser capaz de transmitir su mensaje, pues el Espíritu Santo desciende sobre él y regala unos carismas y dones especiales diferentes para cada uno llegando a todos los grupos de personas, enseñándoles la gran cantidad de cosas que recibimos de su parte y que el mero hecho de estar con vida y de poderlo conocer a Él es un don maravilloso, porque al conocerlo tenemos la oportunidad de abandonar la realidad en la que se vive, abandonar el pecado, la rutina, el orgullo y ese estilo de vida sin sentido para que después de mostrarles este anuncio vivificante escuchen de igual manera su Palabra de Vida que los invita a ir en busca de esas personas que aún no han escuchado hablar de Jesús y fortaleciendo el anuncio misionero del Reino de Dios, único y verdadero encontremos la felicidad eterna.
Dios desde el principio ha dado al Hombre la libertad de actuar según su voluntad y nunca lo ha obligado a estar con él, pero se vio en la necesidad de enviar a su Hijo Jesucristo, anunciado desde antiguo por los profetas para advertirle que debe cambiar su conducta y retomar desde ahora un nuevo estilo de vida para que con plena libertad se acerque y goce de estar en su presencia. Pero no quiso quedarse sólo con enviarlo, sino que le permitió sufrir para que el hombre se diera cuenta de lo que hacía y el hombre no le prestó menor importancia y lo torturó, lo mató… oh! El hombre ha matado a Dios, al Dios que bajo a la Tierra y se hizo hombre como todos para enseñarle que lo que hacía estaba mal y que debía cambiarse esa mala actitud, pero el hombre lo ha matado y sigue torturándolo mientras vive actuando como dueño de lo que no le pertenece, mientras cree ser capaz de convertirse en dios, pero actúa de manera errónea y aún no se da cuenta de que ese Dios que mató también resucito y el hombre se continua preguntando si Dios existe, pues lo único que ve es dolor y tristeza, porque después de tener ese corto momento de placer siente un gran peso en su corazón y no se siente bien, porque aún continúan las luchas por la sobrevivencia y cada vez aumentan más porque no ha sabido pensar y no sólo ha destruido su vida, su familia y la sociedad, sino que también ha destruido su hogar: “la madre tierra”. “La naturaleza ha sido y continúa siendo agredida. La Tierra fue depredada. Las aguas están siendo tratadas como si fueran una mercancía negociable por las empresas, además de haber sido transformadas en un bien disputado por las grandes potencias”[8], por su afán desenfrenado, por sus intereses de progreso se ha olvidado de que él existe y se mantiene en pie por el alimento que sale de los campos y, ¿Cuándo ya no haiga lugar para cultivar el alimento, cuándo la tierra toda este erosionada y sin lugar en donde le quepa otro aparato tecnológico u otro montón más de basura?¿acaso no empezamos a observar las causas de tantas enfermedades?¿será que el hombre ha abusado de la libertad que adquirió por parte de Dios?.
Desde ahora todo discípulo misionero debe ponerse en la tarea de: anunciar, el evangelio de Jesucristo para que las personas encuentren solución a sus interrogantes y retomen un estilo de vida nuevo; denunciar, todas las irregularidades que se puedan ver en la familia, en la comunidad, en la iglesia, en el mundo; acompañar, a todas las personas, desde el más pobre hasta el que más bien se sienta económicamente para dirigir el proceso de acogida de Jesús.
Y a ejemplo de la discípula más perfecta del Señor es que todo aquel que se sienta llamado a ser discípulo del Señor de tomar como fuente primordial la oración, para estar en permanente comunicación con el Maestro; la obediencia, para que todas sus obras sean agradables ante Dios Amor; la paciencia, para acercarse a todos con cariño y comprensión; ser como María, discípula perfecta del Señor: “Ella habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se hace su palabra, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Ella puede llegar a ser Madre de la Palabra encarnada”[10]. María que como madre enseña a sus hijos desde muy pequeños a orar, invita a todas las madres que aceptan el seguimiento de Jesús a fortalecer los valores cristianos en sus familias, para que ellas haciéndose discípulas sean portadoras del mensaje de amor a sus hijos, esposos, padres y a todos aquellos que frecuentan su vida.
Ahora, que se han analizado varias situaciones del discípulo podemos decir que es hora de iniciar la labor de evangelizar, pero antes es necesario no olvidar el fundamento de la vida cristiana: la Eucaristía, que “es el centro vital del universo, capaz de saciar el hambre de vida y felicidad: <el que me coma vivirá por mí> (Jn 6, 57). En ese banquete, feliz participamos de la vida eterna y, así, nuestra existencia cotidiana se convierte en una Misa prolongada. Pero, todos los dones de Dios requieren una disposición adecuada para que puedan producir frutos de cambio. Especialmente, nos exigen un espíritu comunitario, abrir los ojos para reconocerlo y servirlo en los más pobres: <En el más humilde encontramos a Jesús mismo>”[11]. Todo discípulo está en la obligación de responder con compromiso a la misión que se le ha sido encomendada, entregándose por completo a la causa de la evangelización y el anuncio gozoso no sólo con las palabras, sino con su comportamiento, con sus obras, para honrar a Jesús en el cuerpo del más necesitado y viviendo con entrega total, como dice San Juan Crisóstomo: “¿Quieren en verdad honrar el cuerpo de Cristo? no consientan que esté desnudo. No lo honren en el templo con manteles de seda mientras afuera lo dejan pasar frío y desnudez”[12].
El discípulo de hoy día tiene que entregarse por completo a los demás para que comprendan el misterio de la salvación y para que todos los hombres corrijan su forma de actuar y se acerquen al Señor prontamente. No es deber del discípulo buscar un lugar definido para hablar de Dios, éste lo da el Señor, lo que si tiene definido es que debe comunicar el mensaje de salvación que será transmitido con el poder del Espíritu Santo.
“EL DISCÍPULO DE HOY DEBE ASUMIR ESTE GRAN RETO PARA QUE TODOS LOS HOMBRES TENGAN VIDA EN JESUCRISTO”.
[1] Documento de Aparecida, 245. Será citado como: DA.
[2] DA, 397.
[3] DA, Mensaje Final, 29 de mayo de 2007
[4] DA, 278.
[5] DA, 280.
[6] Forma utilizada por la burguesía para referirse a las personas que no tienen los suficientes recursos para vivir cómodamente o que no tienen estudios secundarios o superiores.
[7] Dichos populares.
[8] DA, 84.
[9] Posible situación que se podrá vivir en el fin del mundo, según algunas personas supersticiosas.
[10] Deus Caritas est, 41.
[11] DA, 354.
[12] SAN JUAN CRISÓSTOMO.